Una noticia muy viral circulaba sin parar hace pocos días por los telediarios y las redes sociales: Una jueza de Vitoria negaba a los padres la posibilidad de poner a su hija el nombre que ellos habían escogido.
El caso de la pequeña Hazia, que no pudo llamarse así
Bergoi y Alazne son una pareja alavesa que el pasado 22 de octubre tuvieron una niña. Decidieron llamar a la misma “Hazia” y, a la hora de inscribir a su hija como tal en el Registro Civil, se encontraron con la sorpresa de que se lo denegaron. Los padres no comprendían la razón, pues escogieron el nombre en base a su significado: “semilla”.
La jueza denegó la inscripción, argumentado que “no había más niñas con ese nombre y que es un sustantivo” e instó a los padres a escoger un nuevo nombre porque si no ella misma lo haría. Frente a estos argumentos, los padres explicaron que hay otros nombres constitutivos de sustantivos admitidos, como por ejemplo “Ibai” que significa “río”. Inclusive los padres van más allá y argumentan que se han llegado a admitir nombres con connotaciones peyorativas como “Zigor” que significa castigo. Sin embargo, también se argumenta que uno de los significados coloquiales de “Hazia” es también “semen” y parece que es ahí donde verdaderamente radica el problema.
Los padres se negaron a escoger otro nombre, pues defendían haberlo elegido con esmero y que, además de “semilla”, el nombre tenía otros significados como “cuidar, crecer, nutrir…”. Pero la jueza tampoco cedió y, finalmente, fue ella quien escogió un nombre para la menor, optando por inscribirla como “Zia”, que es la versión en latín de “Hazia”.
¿Qué dice nuestra legislación?
Los límites a la elección del nombre se encuentran el artículo 51 de la Ley 20/2011 de Registro Civil, donde se prohíbe:
- “Consignarse más de dos nombres simples o uno compuesto.
- Imponerse nombres que sean contrarios a la dignidad de la persona o hagan confusa su identificación.
- Imponerse al nacido nombre que ostente uno de sus hermanos con idénticos apellidos, a no ser que hubiera fallecido.”
Además, en el artículo 50 se señala que corresponde al encargado del Registro Civil asignar un nombre “cuando los obligados a su fijación no lo señalen”.
¿Y qué pasa con los apellidos?
Relacionado con todo lo anterior, este es otro tema interesante que también suscita interés y, a veces, problemas. También la Ley 20/2011 de Registro Civil, aborda este tema en su artículo 49.2, que resumidamente dice lo siguiente:
- Que los apellidos quedan determinados por la filiación.
- Que, si existen dos progenitores, estos acordarán el apellido de cuál de ellos irá en primer lugar y cuál en segundo. Si no se ponen de acuerdo, se les concederá un plazo para alcanzarlo y, si siguen sin llegar a ninguna solución, será el encargado del Registro Civil quien lo decida, guiándose por el interés superior del menor.
- Que, si solo existe un único progenitor reconocido, se asignaran los apellidos del mismo, pero el progenitor podrá elegir el orden.
- Que, si ya existen hermanos de igual filiación, el orden de los apellidos del primer hijo, se impondrá a sus hermanos.
La elección del nombre del hijo es una labor que, como defendían los padres de Hazia, ahora Zia, se lleva a cabo con cariño y esmero y, por eso, encontrar obstáculos para inscribirlo una vez escogido, es sin ninguna duda doloroso a nivel emocional. En caso de duda, el asesoramiento por un profesional podría ser de gran ayuda. Susanna Antequera, como abogada de familia, está especializada en la protección y bienestar de los menores y es consciente de la implicación que estas decisiones conllevan. Por ello, se esfuerza para aportar un valor diferencial a través de un trato humano y profesional, priorizando siempre el interés del menor. Los niños son lo primero para Susanna.
